Por: Ivonne Andrea Sánchez Hernández
ESPACIO PÚBLICO: DONDE SE RESUCITA A LA CIUDAD
He realizado el recorrido por el Parque Lineal de la Cuenca del Río Otún, franja de recuperación paisajística e integración de la comunidad con su entorno natural en Pereira. Entre los muchos espacios adecuados la cancha en el Centro de Interpretación Ambiental han llamado mi atención. En los continuos recorridos que realizo encuentro ocupado el espacio por las familias con sus niños volando las cometas de agosto o el combo jugando el partidito. Me he encontrado fascinada por la forma en que la comunidad se lanzó a ocupar ese rincón hecho y pensado para ellos.
El espacio público es el escenario donde nos encontramos con nosotros mismos, nuestro vecino y nuestra ciudad, donde la vivimos de forma compartida, común, equitativa, porque nos pertenece a todos. Recientemente he visto como los centros comerciales se han apoderado de ese tiempo que compartimos con la ciudad. Cuestiones de seguridad, centralidad o accesibilidad han desplazado al parque o plazoleta pública por el mall de comidas o a la famosa vitrineada.
El espacio público es el locutor entre la ciudad y el individuo, que mientras logra darle la misma cancha, el mismo columpio, la misma calle al estrato 1 y al estrato 6 permite la construcción de un diálogo abierto y equitativo con la comunidad; es allí, donde cada uno logra el encuentro al lado del otro para vivirla. Así, el parque, la calle, la plaza, se vuelve el hogar de todos y convierte a su habitante, cual sea la raza, religión, estrato, en protagonistas con los mismos derechos y deberes sobre la ciudad. El espacio público es la propiedad común de la ciudad, y común no en la definición de ordinaria, sino del latín commūnis: lo que pertenece a todos los miembros de una comunidad.
La ciudad es un organismo que se alimenta, respira, crece, y como todo organismo puede ser saludable de acuerdo al aire, al alimento y a la dinámica que tenga. La ciudad se enferma con la ausencia de sus ciudadanos, o con el desorden del mismo al usarla, cuando se encierran en el espacio privado de sus casas, donde ignora y olvida la calle o el parque, o cuando la ocupa para acabarla. La ciudad sufre de sedentarismo cuando sus habitantes prefieren no caminarla, y el sedentarismo enferma al corazón y duerme el cerebro, la ciudad deja de pensar, de crear, ya no soluciona cuando está sola allá en ese lugar donde se le acompaña y se disfruta. Siendo usuarios activos del puente peatonal, la media torta, la ciclovía, la plaza, el malecón, bombeamos de oxígeno las venas de la ciudad, la ayudamos a recrear, la ciudad con el ciudadano se resucita, viviéndola le damos vida.
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